El 27 de octubre de 1845 , las cinco primeras Hermanas de Menzingen hicieron su primer Capítulo General. Eligieron su primera Superiora y su primera Asistente. La elección recayó respectivamente en Sor María Bernarda y en Sor Feliciana. Sor María Bernarda recibió el título de «Frau Mutter” . Desde ese día, hasta el presente, las Religiosas de entonces y las de ahora, han evocado a Hna. María Bernarda con el significativo título de “Madre”.

Otra cosa de singular importancia, que tuvo su primer Capítulo, fue el nombre definitivo del Instituto, cuyos miembros habían iniciado con el título de «Hermanas de las Escuelas Pías». Posteriormente el Padre Teodosio había querido que sus religiosas se llamaran “Hermanas Maestras de la Inmaculada Concepción».

En este primer capítulo, Sor Feliciana Influyó para que las religiosas del naciente Instituto se llamaran «Hermanas Maestras de la Santa Cruz». Este nombre encierra la doble dimensión del carisma de esas religiosas, es decir, el propósito del fundador (educación de la juventud femenina) y la espiritualidad en que ese propósito debe impregnarse (vivencia de la Cruz).

 

Era un nombre que las interpretaba. Presentían que ése era el distintivo que Dios les tenía reservado. La vivencia de la Cruz, del dolor, había sido lo típico de la joven Congregación, por lo que era justo que esa vivencia se hiciera presente en la denominación de esa misma Congregación. Además las tres iniciadoras de la marcha del Instituto habían dejado noviciado de Ribeauvillé y se habían instalado en Menzingen, pueblecito que poseía una partícula del madero de la Cruz.

Tomado del Libro: Así fue nuestro empezar, pag.33

Confía y Dios te va a ayudar, no te desanimes, aun cuando todo esté oscuro …
Confía porque tu Dios te guía y no permite que te hundas. Confía y colabora, sé activa, ten fe. Si tú eres su
hija, él será un Padre.  ¡Qué bien y seguro se descansa en las manos de Dios!

 

La confianza en Dios, en situaciones de muerte: ¡despierta vida nueva!

 

SI QUIEREN TODO Y NO QUIEREN NADA. Todo lo que Dios quiere y nada de lo que El no quiera; Todo lo que la Santa Regla quiere y nada de lo que ella no quiera. Todo lo que los Superiores quieren y nada de lo que ellos no quieran; todo según una Voluntad Superior y nada según la suya; todo, aún lo más grande, lo más fatigoso, lo más contrario a sus gustos si se lo pide la Obediencia, nada, ni lo más mínimo, si la Obediencia lo prohíbe; todo para Dios y para el prójimo, nada para Uds. mismas. En todo esto radica la esencia de toda virtud, la muerte del propio yo, la vida de Dos, la conformidad con Jesús, la fuente de paz, el medio para adquirir méritos para entrar al cielo pasando por la puerta estrecha; ¿Cómo podría pretender pasar por ella quien está lleno de sí mismo?

 

«No es el tiempo el malo, sino que los hombres lo hacen así;

hagamos mejores a los hombres, entonces también los tiempos
serán mejores».